A pocas semanas de que concluya su administración, el presidente rindió su sexto y último informe de gobierno y lo hizo tal cual como inició y llevó la mayoría de su gestión: con una postura polarizante, sesgada a su movimiento y haciendo uso indistinto de “otros datos”.
La popularidad del presidente es indiscutible. Su magnetismo hacia las masas, carisma y elocuencia le han permitido conquistar las conciencias de millones de mexicanos, al punto de sostener abiertamente realidades alternas o de plano ilusorias.
El escenario no podía ser mejor, un Zócalo lleno de incondicionales y partidarios que, a mano alzada, decidieron avalar las propuestas de su líder, tales como la reforma judicial o la destitución de la presidenta de la Corte. Un escenario a modo, cómodo, en el que el presidente pudo desenvolverse con soltura y amplitud.
Entre los “otros datos” que expuso, está su afirmación de que gracias a los programas sociales que impulsó, como la pensión para adultos mayores y las becas a jóvenes y estudiantes, logró disminuir la pobreza en 5 millones de personas. Sin embargo, ese dato es aislado y fuera de contexto, pues lo que no refirió el mandatario es que, en el entorno general de la pobreza, esa reducción está en el promedio anual y no representa más del 3% del total. De acuerdo con información del Coneval, organismo encargado de analizar el combate a la pobreza, 4 de cada 10 mexicanos siguen viviendo en pobreza, es decir, más de 40 millones de personas. Tal vez esa sea la razón porque quiere desaparecer al Coneval, para tener en su control las cifras oficiales.
“Otro dato” fue la supuesta disminución en 18% de los homicidios dolosos, lo cual contrasta con las cifras oficiales difundidas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, que ha reportado este sexenio como el más violento en los últimos 30 años. Más de 180 mil personas han perdido la vida de manera intencional, muchos de ellos producto del crimen organizado. ¿Qué pensarán los familiares de las víctimas al escuchar cifras triunfalistas como ésta?
También sostuvo avances en el caso Ayotzinapa. Si bien el mandatario refirió que es uno de los temas que dejará pendientes en su administración (no obstante que prometió resolverlo), vitoreó los avances que tuvo en las investigaciones. Sin embargo, también ello contrastó con la realidad, pues hace apenas un par de meses las madres y los padres de los jóvenes desaparecidos demandaron respuestas e hicieron un mitin frente a Palacio Nacional.
Pero la cereza del pastel, el “otro dato” que sí desbordó la incredulidad y puso a muchos a pensar, fue la afirmación textual de que el sistema de salud IMSS-Bienestar no sólo es como el de Dinamarca, sino que es mejor. “Es el mejor del mundo”, afirmó. Esto tomó por sorpresa a propios y extraños, pues por mucho que aprueben su liderazgo, la realidad y el sentido común se imponen, volviendo irresponsable tal afirmación.
Creo que los oyentes se percataron de algo que explica la narrativa de este sexenio: el presidente vive una realidad alterna.
Una realidad donde México se discute entre dos posturas, los buenos y los malos, o como él dice, los “liberales” y los “conservadores”. Una realidad donde el país ha dejado atrás la desigualdad, la discriminación, el racismo y el clasismo. Donde las mujeres viven sin violencia, donde ya no hay corrupción, donde la economía alcanza para todos, donde se cumple la ley, donde somos autosuficientes y donde todo marcha sobre ruedas.
Una realidad alterna que, desafortunadamente, sólo existe en la mente del presidente.
Abigail Arredondo Ramos
Presidenta del CDE del PRI Querétaro
Publicada en El Universal Querétaro.